Nemus: Oxania de los grandes pastos

Oxania, tierra de praderas inabarcables. Una extensión de pastos que se extiende desde el mar hasta perderse el vasto Páramo Troll y la tundra del gran norte.
Y en sus pastos caballos. Y sobre los caballos los mejores jinetes de todo Nemus.


Los primeros de entre los pueblos autodenominados "civilizados" en establecerse en Oxania fueron los nisios. Dieron a ese país el nombre de Oxania por el río Oxis, que desemboca en los Estrechos Negros. En esta privilegiada localización erigieron la colonia de Pantinesos. Desde allí podían embarcar fácilmente las colosales cosechas del cereal conocido como "trigo del norte", que alimentaba a las islas nisias.

Pero aquella tierra no estaba deshabitada. Las praderas estaban ocupadas por una cultura de jinetes que recorrían los páramos a lomos de sus numerosos caballos. Son los oxanios unas gentes amantes de la libertad por encima de cualquier cosa, que jamás se molestaron en cultivar la tierra, ya que nunca pasaban demasiado tiempo en un lugar antes de subir de nuevo a grupa de sus caballos para lanzarse a las llanuras. La llegada de los nisios les llenó de curiosidad y les concedieron el usufructo de las riberas del Oxis para el cultivo de cereal. A cambio los oxanios recibían una parte del grano, así como los beneficios del comercio. No tardaron en apreciar los vinos isleños, y en Nisia los trabajos de oro repujado oxanio se convirtieron en populares artículos de lujo.

La expansión del Antiguo Imperio no supuso demasiados cambios. Pantinesos fue ocupada, al igual que muchas otras colonias nisias orientales, sin más sobresaltos que la imposición de un gobernador ocupado de aplicar los impuestos oportunos a las naves que llegaban y partían del puerto.
Pero la paz se vería quebrantada por los delirios de grandeza del general Flavius de Muntua que, al mando de la III Legión de Ultramar, se propuso doblegar a los oxanios e incorporarlos al Imperio. Sin duda las historias de las grandes minas de oro de los oxanios estimularon su avaricia más allá de toda capacidad de juicio y espolearon las ansias de conquista de Flavius.
Lo que iba a ser un apacible avance de manual a lo largo del Oxis se convirtió en un auténtica pesadilla. Los oxanios practicaron una estrategia de tierra quemada, alejándose a lomos de sus monturas del alcance de los soldados de Flavius. Perdiéndose para aparecer más tarde atormentando con sus flechas a la retaguardia de la III, o para emboscar y aniquilar a las partidas de exploradores imperiales.
La campaña fue un auténtico desastre que terminó con la rendición de Flavius, un verdadero escándalo en Fundatio, ya que sería el único ejército imperial que jamás se haya rendido en la historia del Antiguo Imperio. Beliazes, rey de los oxanios, humilló a los soldados imperiales de la más inusual de las maneras, ya que los devolvió a Pantinesos desarmados y desnudos, pero tocados con finas tiaras de oro.
La corte imperial supo entender el mensaje. Flavius de Muntua fue despojado de todos sus títulos y exiliado, y el emperador aceptó la oferta de Beliazes de volver a statu quo previo al conflicto.

Con la caída del Antiguo Imperio los oxanios extendieron su protección directa sobre la ciudad de Pantinesos. Los reyes de los distintos pueblos oxanios reconocieron a los habitantes de Pantinesos como parte de su propia gente, instaurando una ordenación social conocida como los Dos Pueblos.
Los oxanios -el Pueblo del Viento- y los pantiniotas -el Pueblo de la Tierra- quedaron hermanados en una simbiosis social de la que ambos se beneficiaban sin renunciar ninguo de ellos a su forma de vida.


Los oxanios son gente sencilla, amante de la vida. De risa fácil y una alegre despreocupación por asuntos terrenales que abrumarían a otros pueblos.
Visten prendas de piel o de lana de llamativos colores y son conocidos allende los mares por sus caballos. Consumados jinetes, los oxanios pasan su vida entera a lomos de un caballo. Cazan y guerrean sobre sus monturas con incomparable maestría, lo que les ha merecido la fama de los mejores jinetes de Nemus.

Oxania carece del tipo de unidad política al que otras culturas de Nemus están acostumbradas. Los jinetes oxanios se agrupan formando clanes, cada uno de ellos mandado por un rey elegido por el consejo de guerreros. Los propios reyes no tienen un verdadero poder real, más allá del respeto que se hayan ganado entre los guerreros en función de sus hazañas y su sabiduría. Cuando un rey cae en descrédito por uno u otro motivo es rápidamente desafiado por un nuevo paladín elegido por los guerreros que ocupará su lugar si es capaz de derrotarle en duelo.
Al igual que cada clan elige a su monarca el Gran Consejo de las Llanuras, compuesto por los guerreros de mayor renombre de cada clan, eligen al Rey de los Grandes Pastos, como señor supremo de Oxania. Este rey no tiene ningún poder político en absoluto, y su única función es acaudillar a los pueblos de Oxania si han de enfrentarse a algún importante enemigo común durante su reinado.
Cabe destacar que entre los oxanios no existe división social entre hombres y mujeres: se espera que ambos géneros cumplan las mismas obligaciones y se valora las mismas virtudes en unos y otros. De hecho es habitual que la mayoría de los cargos de la realeza estén ocupados por mujeres, que han dado lugar a relatos y leyendas de reinas guerreras que se cuentan por todo Nemus.

A pesar de que, a simple vista, todos los clanes oxanios puedan parecer muy similares, el Pueblo del Viento está dividido en dos grupos hermanados aunque diferenciados.
El Pueblo de la Lluvia ocupa la zona sur y occidental de las llanuras, desde la costa y a lo largo de toda el linde del bosque de Las Ciénagas. El Pueblo de la Lluvia cuenta con los mejores arqueros de los grandes pastos y su puntería no dista demasiado de la de los propios elfos a pesar de tirar en movimiento.
El Pueblo del Granizo habita el norte y el este de Oxania, hasta la tundra, la costa del mar de Tir na Marbh y las estribaciones del Páramo Troll. A diferencia de sus hermanos su forma de guerrear es mucho más directa, y acuden al campo de batalla cubiertos por pesadas armaduras (que en ocasiones visten incluso sus monturas) y largas lanzas que blanden con ambas manos. La fuerza del impacto de un oxanio acorazado es capaz de abatir incluso a un poderoso ogro.


Aunque muchos consideran que los oxanios son un pueblo ateo, lo cierto es que atesoran una espiritualidad tan peculiar como intensa. Veneran al viento como símbolo de la libertad y consideran las carreras a caballo yla risa como ofrendas.
Los difuntos son enterrados en túmulos, más o menos magníficos según la importancia del finado. Son comunes las libaciones sobre los túmulos de los familiares, y la estampa de la espada clavada en la tierra es uno de los rasgos más reconocidos de los oxanios en todo Nemus. Los cronistas del Antiguo Imperio identificaron esta costumbre como una forma de culto a un dios de la guerra. En realidad el Pueblo del Viento cree que una espada que pase toda una noche hundida en el túmulo de un poderoso guerrero se impregnará de alguna manera de las virtudes del antepasado.
Los oxanios carecen de sacerdotes, aunque cada clan cuenta con una mujer sabia. Una suerte de consejera espiritual que busca respuestas mediante la ingestión de alucinógenos. El término "mujer sabia" suele llevar a confusión entre los escasos viajeros en tierras oxanias ya que, a pesar de lo que pudiera parecer, no todas las mujeres sabias son mujeres. Hombres y mujeres pueden ocupar este -como cualquier otro- lugar de la sociedad oxania, pero aquellos varones que recorran esta senda han de realizar unos ritos previos de emasculación.

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