Algunos de vosotros me habéis ido haciendo llegar relatos ambientados en Nemus, o preguntas sobre el canon para escribirlas. Os animo a que continuéis haciéndolo.
Este primer conjunto de relatos es obra de Xoso/Percadorcillo, y nos presentan las indagaciones de la aventurera/historiadora/arqueóloga Chrysanta Louissa, en lo que promete ser una apasionante serie.
¡Que la disfrutéis!
En cuanto a los conocidos versos, que esos cabezas cuadradas de la
Academia se empeñan en desestimar como una mera copla popular,
pienso que debemos tenerlos muy en cuenta. ¿Recuerdas cuando te
hablé de mis indagaciones sobre Roxana Aurelia, y de su procedencia
de una familia nobiliaria de estas tierras? Pues bien, he podido
hallar documentación en el archivo del castillo que confirma su
condición de hija bastarda de un Conde de Vetolucco. Los documentos
que se conservan no mencionan explícitamente qué Conde, pero
tomando en consideración las fechas, con casi total seguridad
Aurelia hubo de ser hija del nieto del Conde Leonius, pues fue la
hija de Leonius - Isadora - quien heredó el Condado a la muerte de
su padre, al no dejar este hijo varón.
Este primer conjunto de relatos es obra de Xoso/Percadorcillo, y nos presentan las indagaciones de la aventurera/historiadora/arqueóloga Chrysanta Louissa, en lo que promete ser una apasionante serie.
¡Que la disfrutéis!
*****
En lo más crudo del crudo invierno,
salió la malvada hidra de caza
y el conde quedó sin futuro yerno.
Fuerte blandía el caballero su maza,
ancho y robusto era su gran escudo,
tres bocados y no quedó ni traza.
Bramó de rabia el conde testarudo
pues la hidra engullía con descaro
y de terror quedaba el campo mudo.
Los pastores no encontraban amparo,
la pérfida bestia no atendía a ruego,
desmanes al conde costaban caro.
Al fin apareció el mago de fuego,
al conde prometió cabezas de fiera
alto pago ya convendrían luego.
Taimado y feroz el vil monstruo era,
mas al gran mago pronunciar conjuro,
la hidra se tostó por dentro y fuera.
Por premio demandó un fruto maduro.
Con el conde entretenido en festejos,
se sirvió del castillo lo más puro.
Doncella de verdes y hermosos ojos,
no se resistió la hija del noble,
y alzó enaguas sin apenas sonrojo.
Sin demora el mago asió su mandoble,
y no queriendo verse en un aprieto
comparado con galgo corrió el doble.
Así logró el conde lucro completo,
pues si bien juró al mago su odio eterno,
en total perdió hidra y ganó nieto.
“La hidra y el mago de fuego”, poema anónimo.
* * * * *
Sepan cuantos esta carta vieren que yo, Leonius Marcus Fabianus,
Conde de Vetolucco y Señor de las Villas de Quatristrini y
Formiento, declaro al individuo conocido como Glutois
Megalopreteis, proscrito y malvenido en la totalidad de
[ilegible] dominios señoriales, así como las tierras bajo mi
jurisdicción. Declaro asimismo al dicho Glutois Megalopreteis
culpable de los delitos de hechicería, impiedad, engaño a la
autoridad, fraude, allanamiento y libertinaje. Declaro todos sus
bienes embargados [ilegible] y una capa de color escarlata. Declaro
el establecimiento de una recompensa de diez monedas de plata
[ilegible] fiable sobre su paradero, y de dos monedas de oro y cinco
de plata para aquel que lo prenda y traiga ante mi presencia, vivo o
muerto.
Y lo firmo.
Leonius Marcus Fabianus.
* * * * *
Muy estimado amigo:
Tal y como anunciaba en la última carta que te envié, partí de
Camvitta tan pronto como me fue posible. Sin que el viaje haya sido
desde entonces un camino de rosas, no puedo expresar en palabras lo
mucho que alegró mi espíritu dejar atrás, por fin, aquel lugar tan
mohoso y deprimente. A los nacidos y criados en regiones áridas no
nos importunan el calor del verano ni el frío del invierno, pero la
humedad extrema es algo que yo nunca seré capaz de soportar.
Tras abandonar aquella tierra pantanosa en dirección a Vetolucco,
tomé la obvia decisión de seguir el antiguo camino imperial –
bastante seguro en esta época del año. Lo encontré menos
transitado de lo esperado, pero por fortuna, después de tres días,
alcancé a una pequeña caravana de mercaderes enanos que casualmente
compartían mi destino inmediato. Decidí acompañarlos, pues tanto a
mi yegua como a mi nos vendría bien un ritmo de marcha más relajado
para recuperar fuerzas. Los enanos estaban inquietos – el viaje
estaba resultando demasiado tranquilo para su gusto, dijeron – y
aunque no rehusaron mi compañía, sí que mantuvieron ciertas
distancias en todo momento. Salvo cuando corrió la cerveza en la
posada de la pequeña aldea a la que llegamos al día siguiente. Allí
pude enterarme de algunas de las enrevesadas intrigas que parecen
estarse fraguando en el gremios de mercaderes de Ainborg. Ya sabes
cómo son los enanos.
Recorrí el trayecto restante en soledad y con cierta prisa, pues
temía que el mal tiempo me sorprendiera antes de llegar a
Quatristini. La villa posee un aspecto más boyante del que había
imaginado. Es una pena que de los cuatro molinos sólo queden dos, y
uno de ellos en no demasiado buen estado, porque el otro está casi
intacto y resulta un deleite de contemplar, auténtica maravilla de
la época dorada del Imperio. De cualquier manera, las cosas parecen
ir relativamente bien en la zona, el antiguo bosque de Vetolucco –
que como sabes da nombre al condado – ofrece madera de notable
calidad y los campos circundantes al castillo han producido buenas
cosechas durante los últimos años. Si la cosa no se tuerce, es
posible que en unas pocas décadas la villa llegue a ser un lugar
realmente próspero, siempre y cuando las autoridades sean capaces de
continuar manteniendo a raya a los bandidos y no se vuelvan demasiado
entusiastas a la hora de subir los impuestos.
En lo que respecta al motivo de mis investigaciones, tengo buenas
noticias. Es más, creo que podemos afirmar sin ningún género de
dudas que el origen de nuestros desvelos efectivamente pasó por este
lugar y estuvo involucrado en el famoso incidente de hace ya más de
un siglo.
Me presenté ante el Conde tan rápido como me fue posible y solicité
su permiso para revisar los archivos del castillo. Conseguí vencer
sus reticencias iniciales al asegurarle que, si mis pesquisas
resultaban satisfactorias, tal vez podría encontrar documentos que
acreditaran sus pretensiones jurisdiccionales sobre una aldea
perteneciente al vecino Condado de Resnido. Me he pasado dos días
enteros revolviendo estanterías y desempolvando viejos pergaminos
hasta dar con lo que estaba buscando: un edicto promulgado por
Leonius Marcus Fabianus, Conde de Vetolucco, fechado hace ciento doce
años. Adjunto una transcripción al final de la carta. El documento
se encuentra bastante deteriorado, algunas partes se entienden a
duras penas y otras resultan completamente ilegibles. Con todo, creo
que el grueso del contenido resulta perfectamente comprensible, y
casi diría que se explica por sí solo.
“Glutois Megalopreteis” resulta un seudónimo tan
lamentable y disparatado que francamente me sorprende que nadie
arqueara una ceja, o ambas, ante la aparición de alguien así. Si la
fábula de La Hidra y el Mago de Fuego es algo más que una
fábula – y a estas alturas empiezo a estar realmente convencida de
que lo es – tal vez la situación del Condado fuera lo bastante
desesperada como para no hacer demasiadas preguntas. Por desgracia el
fragmento que incluía la descripción física del sujeto resulta
imposible de leer, pues la tinta se ha corrido y difuminado
completamente a causa de la humedad. Sólo he podido descifrar, y con
esfuerzo, la parte de la capa de color escarlata.
A estas alturas ya imaginarás a dónde quiero ir a parar. El último
descubrimiento que ha apuntalado mi convencimiento sobre la veracidad
de los versos ha sido nada más y nada menos que la hija del actual
Conde, una preciosidad de nueve años, pelo castaño y extraños y
enigmáticos ojos del color de las aguas profundas. Tendrías que
conocerla, amigo mío. Sólo con estar cerca de ella se me eriza el
pelo de la nuca y siento cosquilleos en las puntas de los dedos. Pura
magia corre por sus venas, así como el mayor talento mágico que he
visto nunca. Y no creo que se trate de mera casualidad, como tampoco
debió ser el caso de su tía abuela Roxana Aurelia, tía por su
parte del actual Conde de Vetolucco, y a su vez bisnieta de Leonius
Fabianus, Conde hace más de un siglo, y descendiente directa de
aquel “nieto” con quien el Conde se había visto agraciado a la
conclusión de la fábula.
Por último, he rebuscado también entre la correspondencia antigua –
la poca que se conserva – del archivo, dando por fortuna con cartas
remitidas al Conde Leonius por su amigo, el Conde Cassius Laurentius
de Resnido. Algunas de las que todavía resultan legibles tratan
asuntos concernientes a un hechicero escurridizo, pero resultan un
tanto parcas en información. Es posible que en Resnido se conserven
aún las cartas enviadas por Leonius, así que en cuanto deposite
esta misiva en la oficina de correos local partiré hacia allí. No
iré por el camino imperial. Ya he procurado los servicios de un
cazador local para que me guíe por sendas algo más rústicas, pues
deseo echar un vistazo a las tierras de los alrededores por si
pudiera encontrar algún indicio o resto de lo acontecido hace más
de un siglo. Se trata de una quimera, lo sé, pero dispongo de algo
de tiempo y al menos quiero intentarlo.
Espero que el servicio postal imperial haga honor a su reputación de
fiabilidad y que recibas esta carta antes de que llegue Brumario y
con él la temporada de lluvias.
Mil abrazos para ti y otros mil para Demetria.
Tu amiga,
Chrysanta Louisa.
Esto de nemus se te va a ir de las manos. Bonito relato. XD
ResponderEliminarEsa es la idea: que cada cual pueda hacerlo suyo.
EliminarQueda abierta la veda para relatos, que lo sepas ;)
Oye, te he mandao lo que te he mandao. Tu verás que haces con ello... XD
EliminarCuando llegue el momento de la Orden y los reinos humanos ;)
EliminarPedazo relato!! Con tanto nivel no se si atreverme a escribir nada.
ResponderEliminarSe me ocurren aportar algunas ideas que tengo respecto a los orcos y la yo creo que necesaria costumbre enana del cerdo dormilon que comente en un imforme en mi blog.
eso si, ahora que releo desde el movil veo que se reordena mal el texto del principio. Ppr el resto me quito el sombrero.
No te cortes. Anímate, que estás invitado ;)
EliminarMuy chulo el texto.
ResponderEliminarA ver si animamos a Pecadorcillo para que continúe ^_^
EliminarLo continuaré, claro :)
EliminarMe alegra que esta parte haya tenido buena acogida. Ya sabes que lo que tengo planeado es una serie de textos conectados entre sí pero creo que pocos de ellos van a ser del tipo "narrativo" tradicional. A ver lo que se puede hacer.
Tampoco es que lo tradicional sea malo ;)
EliminarEsperaré con mucho interés.