Hace un par de noches terminé esta peculiar ucronía que propone una suerte de versión fantástica del Ricardo III de Shakespeare.
Lo que más me atrajo fue su planteamiento de trasfondo: Juliano el Apóstata consiguió triunfar. Por supuesto pasó a la posteridad con un título ciertamente mucho más adecuado: Juliano el Sabio.
El legado más importante de Juliano fue el decreto de igualdad de todas las religiones. Así, sin ningún tipo de coacción y sin acceso a la realización de extorsiones y crímenes de estado, el cristianismo ha llegado hasta el siglo XV como una religión marginal de iluminados y parias. En las grandes ciudades europeas no sobresalen enormes catedrales, si no magníficos panteones donde se muestra respeto a todas las divinidades, mientras que el mitraísmo continúa siendo el culto más popular entre los señores feudales, militares y mercenarios.
A pesar de la luz de Juliano la Historia continuó su curso y las invasiones bárbaras propiciaron la caída del Imperio del Oeste. Pero Bizancio continúa existiendo y, aun más, cada día es más fuerte. No existe presión en Oriente y el islam ni siquiera es mencionado, así que los ojos de la corte de Bizancio se vuelven hacia Occidente. La práctica totalidad de la península itálica ha sido ya conquistada y el Imperio ha tomado parte en la Guerra de los Cien Años, pactando con Inglaterra y repartiéndose en dos mitades -norte y sur- la Galia, permitiendo tan solo la existencia testimonial de una Francia minúscula y carente de todo poder en el centro del territorio.
En este escenario aparecen los protagonistas. El personaje central es Hywel Peredur, un brujo galés, que a modo de Gandalf dirige a los héroes de la historia y mantiene contactos y relaciones con múltiples nobles. Le acompañan Dimitrios Comas -un candidato al trono bizantino huido de las intrigas y los cuchillos por la espalda palaciegos- y Cynthia Ricci -física al servicio de la casa Medicci que debe abandonar Florencia a causa de un pacto entre Bizancio y Milán-.
Los personajes son francamente interesantes y bien construidos, pero uno termina teniendo la sensación que no del todo aprovechados; ya sea por la longitud de la novela (a día de hoy un editor habría intentado forzar al autor a que crease una trilogía, cosas de los tiempos que corren), o porque las exigencias de la trama a partir de la mitad del libro hacen que los tres protagonistas queden en un paradójico tercer plano.
Y el caso es que, dejando de lado un trasfondo ucrónico tan interesante, el autor se centra en redactar una suerte de versión del Ricardo III de Shakespere. La trama empieza a enredarse en las conspiraciones cortesanas de Ricardo de Gloucester, Eduardo IV, Jorge de Clarence, Lord Hastings y compañía. Los héroes se ven empujados en medio de la obra del bardo inmortal, siendo poco más que palmeros de los protagonistas shakespearianos en un entorno donde las cruces se han sustituido por soles... y poco más.
El sugerente planteamiento de la primera parte de la novela se disuelve con la llegada de los héroes a las islas británicas y la trama es un reflejo de Ricardo III hasta una batalla final no especialmente épica, pero sí con alguna escena y algún diálogo que ciertamente quedaría muy bien sobre un escenario:
—Entonces, ve —dijo Ricardo, atragantándose—. Ve, Galahad. Descansa en ella tus manos ensangrentadas y cura con tu podrida pureza.
—Gracias, señor. Rivers espoleó su caballo y se alejó al galope, cruzando en sentido opuesto las filas de sus hombres asombrados.
—¡Sabía que no lo harías! —le gritó Ricardo mientras se alejaba—. ¡Sabía que jamás lucharías en un torneo justo! —Se volvió hacia Dimi—. Bien, hermano Balan. Esta vez cargaremos juntos, ¿eh?
En resumen una obra interesante que gustará a los amantes de Shakespeare, pero que le deja a uno con la sensación de que podría haber llegado algo más lejos, y que unos buenos protagonistas se han ido difuminando hasta el anonimato literario.
Lo que más me atrajo fue su planteamiento de trasfondo: Juliano el Apóstata consiguió triunfar. Por supuesto pasó a la posteridad con un título ciertamente mucho más adecuado: Juliano el Sabio.
El legado más importante de Juliano fue el decreto de igualdad de todas las religiones. Así, sin ningún tipo de coacción y sin acceso a la realización de extorsiones y crímenes de estado, el cristianismo ha llegado hasta el siglo XV como una religión marginal de iluminados y parias. En las grandes ciudades europeas no sobresalen enormes catedrales, si no magníficos panteones donde se muestra respeto a todas las divinidades, mientras que el mitraísmo continúa siendo el culto más popular entre los señores feudales, militares y mercenarios.
A pesar de la luz de Juliano la Historia continuó su curso y las invasiones bárbaras propiciaron la caída del Imperio del Oeste. Pero Bizancio continúa existiendo y, aun más, cada día es más fuerte. No existe presión en Oriente y el islam ni siquiera es mencionado, así que los ojos de la corte de Bizancio se vuelven hacia Occidente. La práctica totalidad de la península itálica ha sido ya conquistada y el Imperio ha tomado parte en la Guerra de los Cien Años, pactando con Inglaterra y repartiéndose en dos mitades -norte y sur- la Galia, permitiendo tan solo la existencia testimonial de una Francia minúscula y carente de todo poder en el centro del territorio.
En este escenario aparecen los protagonistas. El personaje central es Hywel Peredur, un brujo galés, que a modo de Gandalf dirige a los héroes de la historia y mantiene contactos y relaciones con múltiples nobles. Le acompañan Dimitrios Comas -un candidato al trono bizantino huido de las intrigas y los cuchillos por la espalda palaciegos- y Cynthia Ricci -física al servicio de la casa Medicci que debe abandonar Florencia a causa de un pacto entre Bizancio y Milán-.
Los personajes son francamente interesantes y bien construidos, pero uno termina teniendo la sensación que no del todo aprovechados; ya sea por la longitud de la novela (a día de hoy un editor habría intentado forzar al autor a que crease una trilogía, cosas de los tiempos que corren), o porque las exigencias de la trama a partir de la mitad del libro hacen que los tres protagonistas queden en un paradójico tercer plano.
Y el caso es que, dejando de lado un trasfondo ucrónico tan interesante, el autor se centra en redactar una suerte de versión del Ricardo III de Shakespere. La trama empieza a enredarse en las conspiraciones cortesanas de Ricardo de Gloucester, Eduardo IV, Jorge de Clarence, Lord Hastings y compañía. Los héroes se ven empujados en medio de la obra del bardo inmortal, siendo poco más que palmeros de los protagonistas shakespearianos en un entorno donde las cruces se han sustituido por soles... y poco más.
El sugerente planteamiento de la primera parte de la novela se disuelve con la llegada de los héroes a las islas británicas y la trama es un reflejo de Ricardo III hasta una batalla final no especialmente épica, pero sí con alguna escena y algún diálogo que ciertamente quedaría muy bien sobre un escenario:
—Entonces, ve —dijo Ricardo, atragantándose—. Ve, Galahad. Descansa en ella tus manos ensangrentadas y cura con tu podrida pureza.
—Gracias, señor. Rivers espoleó su caballo y se alejó al galope, cruzando en sentido opuesto las filas de sus hombres asombrados.
—¡Sabía que no lo harías! —le gritó Ricardo mientras se alejaba—. ¡Sabía que jamás lucharías en un torneo justo! —Se volvió hacia Dimi—. Bien, hermano Balan. Esta vez cargaremos juntos, ¿eh?
En resumen una obra interesante que gustará a los amantes de Shakespeare, pero que le deja a uno con la sensación de que podría haber llegado algo más lejos, y que unos buenos protagonistas se han ido difuminando hasta el anonimato literario.
Wow, parece muy interesante... ¿está traducido? Yo en inglés sólo leo manuales técnicos y wargames! xD
ResponderEliminarSi te gusta el tema de Juliano el Apóstata, Michael Curtis Ford escribió sobre Dioses y legiones (no el libro del que hicieron la peli) basado en la vida de este peculiar emperador.
Sí, está en castellano. Aunque en una edición viejuna. Lo puedes encontrar por aquí http://www.iberlibro.com/
ResponderEliminarLeí el de Michael Curtis Ford. También el de Gore Vidal, muy muy superior IMO.
De hecho también he leído "Contra los Galileos", del puño y letra de Juliano. Magnífico libro ;)