Nemus: La Hidra y el Mago II

Xoso nos trae la segunda entrega de las Cartas desde Nemus. Después de tanto tiempo volvemos a tener noticias -en forma epistolar- de nuestra aventurera/historiadora/arqueóloga favorita.

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FUEGO BRUJO. Focus magus, Focus maleficus, Focus dæmoniacus. Dícese de un fuego antinatural, obscuro y maligno, que no puede ser apagado por el agua u otros medios convencionales. Sus siniestras llamas consumen todo cuanto encuentran a su paso, alcanzando temperaturas capaces de derretir roca sólida. No ocurre en el mundo de forma espontánea y/o natural; supuestamente se requiere gran poder mágico para invocarlo, y más aún para controlarlo. No hay registros de existencia probada, aunque es mencionado en documentos muy antiguos. También conocido como “necrofuego”, “fuego negro”, “fuego demoníaco” y “fuego infernal”.

Clarus P. Albus et alii, Superbum Glossarium Mundi.

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Villa de Suméstica, a tres días de las calendas de Brumario.

Muy estimado amigo:

El tiempo ha empeorado antes de lo previsto así que imagino que mis deseos de la misiva anterior no se han cumplido.

Llegué a Suméstica hace dos noches. Lo primero que hice fue buscar la posada más cara de la villa (“La Ninfa Acogedora”) y alquilar su mejor habitación. Me pasé el día siguiente aquí encerrada, correspondiendo con el castillo, tratando de poner en orden todas mis notas y lidiando con un catarro de mil demonios. Ahora ya me encuentro mejor y escribo esta carta antes de echarme a dormir. Mañana será un día importante, tengo audiencia con el Conde y también espero recibir noticias de un asunto delicado.

La decisión de no continuar por la calzada imperial y desviarme por sendas menores me ha supuesto casi tres semanas de frío, lluvia, barro y hosca hospitalidad rural. Pero no me arrepiento. Tampoco quisiera cargar mucho las tintas contra los lugareños; corren tiempos difíciles y es comprensible que desconfíen de los forasteros.

El cazador que contraté como guía resultó un compañero de viaje poco dicharachero, lo cual compensó sobradamente con sus habilidades de rastreo y su profundo conocimiento de la región. Alcanzamos el lugar de interés tras seis largos días de marcha por caminos irregulares y campo a través. Habíamos avanzado con precaución, pues según mi lazarillo los bosques y las sendas rústicas se vuelven peligrosos en esta época del año: desertores, bandidos, saqueadores orcos, tribus de trasgos imprevisibles, temibles bestias que acechan en la espesura, pandillas de mozalbetes que desvalijan a honrados mercaderes, etc. Y así permanece la cosa hasta que los señores de los castillos organizan las grandes batidas de caza con la llegada de la primavera. Nada de aquello parecía amedrentar al cazador, hasta que empezamos a acercarnos a nuestro destino y oscuros miedos supersticiosos comenzaron a hacer mella en su ánimo; los habitantes de esta tierra han crecido escuchando historias sobre el pavoroso hechicero que carbonizó medio bosque en una terrible noche de brujería impía.

Finalmente llegamos a una cañada cubierta por una mullida capa de helechos, que a simple vista no llamaba mucho la atención. Sin embargo, tras limpiar un poco la vegetación, no tardaron en surgir indicios interesantes. Encontré antiguas rocas con marcas espeluznantes, como si alguna fuente de calor extremo las hubiese derretido parcialmente. Usé mi pequeña pala para cavar algunos pequeños hoyos aquí y allá, ante los inquietos ojos del cazador. Tras ponerme perdida de barro y secar el sudor de mi frente unas cuantas veces, pude dar con un sustrato blando de tierra carbonizada. Todavía apestaba al inconfundible hedor del fuego brujo, más de un siglo después.

Guardé una muestra de aquella tierra quemada en un saquito de cuero. Según lo convenido, el cazador me acompañó durante dos días más hasta llegar a la aldea que marca la frontera entre los condados. Le pagué el resto de su minuta y añadí un par de sestercios adicionales a modo de cortesía. El detalle le resultó grato, pues la moneda que acuña el Banco de la República sigue gozando de notable aceptación y pujanza por todas las tierras del Antiguo Imperio. Pero apostaría un brazo a que se alegró todavía más de librarse de mi, y por tanto alejarse de este zurrón al que dirigía miradas temerosas y furtivas.

El resto del viaje ha transcurrido sin incidencias, pero no se puede decir que el Condado de Resnido atraviese un momento dulce. Por doquier corren los mismos rumores que me relató el cazador, a los que hay que sumar historias aún más siniestras sobre un “ejército” de bandidos que parece haberse enseñoreado de una franja oriental del condado. Los pocos lugareños dispuestos a entablar conversación se dedican a añorar tiempos mejores y quejarse de la inseguridad actual. Y se dicen cosas poco halagüeñas del Conde, aunque nunca abiertamente.

Supongo que mañana despejaré algunas dudas, para bien o para mal.

Que estos estertores otoñales te sean leves. Saluda a Demetria de mi parte.

Tu amiga,

Chrysanta Louisa.

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Distinguida señora:

La tarea ha sido cumplida.

Tal y como señalaban vuestras indicaciones, la criatura portaba un anillo de bronce con un pequeño rubí engarzado. Adjunto un esbozo de su diseño para confirmación.

Necesitaré algunos días para recuperarme y resolver diversos trámites. Partiré hacia Suméstica tan pronto como sea posible. Espero llegar antes de los idus de este mes.

Un saludo,

Eiric de Partovia.


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Villa de Suméstica, víspera de las nonas de Brumario.

Muy estimado amigo:

Aún recuerdo cuando, durante aburridas clases que se hacían eternas, me quedaba ensimismada mirando por las ventanas de la Academia y echaba la imaginación a volar hacia tierras lejanas y exóticas, en busca de fantásticas aventuras.

Ahora, a casi mil leguas de Isola, a ratos empiezo a desear haberme quedado en casa.

Sentía mucha curiosidad por conocer Suméstica, y a primera vista no me decepcionó. La villa, rodeada por una sólida empalizada de madera de unos once estadios, se alza sobre una colina que domina todo el territorio circundante, el valle del río Landro. Tiene una historia muy antigua, en origen fue el castro de una de las tribus bárbaras que habitaban el territorio en tiempos ancestrales. Luego, en la época del Imperio, se construyó una atalaya que controlaba el tráfico de mercancías en la región, bastante próspera gracias a su riqueza maderera y al buen rendimiento de los cultivos. Durante los estertores del Imperio fue ocupada por el nuevo potentado de turno, que la convirtió en su centro de poder. La vieja atalaya, reformada y ampliada, hace hoy las funciones de castillo y residencia señorial, y a su alrededor ha ido brotando un enclave irregular, que domina el paso del río. El Landro no es navegable salvo para balsas y pequeños botes, pero constituye el principal afluente del gran Tauro que ejerce de frontera entre Tarania y Ludicia antes de verter sus aguas en el Mar Gris.

Casi diez días después y unos cuantos paseos mediante, conozco el asentamiento de memoria y me aburro como un trasgo en una habitación vacía. Apenas he tardado en familiarizarme con la disposición de todas las calles y la ubicación de cada lugar relevante. Huelga decir que los lugareños están muy orgullosos de su “ciudad”, y lo que llaman “castillo” es en realidad una construcción tosca y amorfa a causa de sus sucesivas ampliaciones, algo que se ve reflejado en el villorrio que ha ido surgiendo a su alrededor. El Conde se mostró receptivo a mis peticiones y he podido visitar el archivo documental sin restricciones, pero no me saldrá gratis.

Ayer mismo fui invitada a asistir a un concilio de emergencia por la preocupante situación que se vive en las tierras orientales del condado, donde una facción bien organizada de bandidos se ha apoderado de las ruinas de otra antigua atalaya y ejerce ahora como poder fáctico en el área circundante. Que bandas de rufianes y malhechores causen problemas es lo habitual en esta época turbulenta, pero que se apoderen de una porción significativa de los impuestos de su señorío es un trago que el Conde no está dispuesto a soportar.
El Conde de Resnido es un individuo pretencioso y desagradable, ufano de su noble linaje y muy aficionado a expresiones ampulosas para enmascarar su evidente falta de cultura. El comienzo de la reunión fue invertido en discutir una serie de asuntos terriblemente insulsos, pero por suerte no tardamos en pasar al plato principal. Fue entonces cuando un hombre llamado Fabius asumió el protagonismo de la discusión. Fabius es el magister militum del condado, título increíblemente pomposo para los tiempos que corren, y que no podría contrastar más con el personaje, un rufián robusto de aire siniestro y con la cara repleta de cicatrices, embutido en una sencilla cota de malla.

Apariencias a parte, la intervención de Fabius fue diligente y profesional; en pocas palabras enumeró y describió los problemas más serios que atenazan a Resnido: partidas de rapiña orcas, una banda de jóvenes delincuentes especialmente insidiosos y supuestos avistamientos de guivernos hacia el sur, además del consabido grupo de malhechores con ínfulas señoriales. Fabius aseguró estar haciendo progresos en lo tocante a orcos y rateros, pero con pesadumbre admitió sentirse superado por el asunto de los reptiles voladores. No queriendo romper la ilusión de los presentes – que me tienen por una especie de hechicera – le aseguré que haría todo lo posible para asistir en la resolución de ese problema. Su agradecimiento me pareció sincero.

El problema es que dudo que al Conde le baste con eso.

Volveré a escribirte.

Tu amiga,

Chrysanta Louisa.


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Estimado Eiric:

Espero que el posadero te haya entregado esta nota sin problemas, junto a una pequeña caja metálica. Podrás abrirla con cierta llave que aún debería estar en tu posesión. Contiene el pago por tus servicios, y un pequeño extra para cubrir tus gastos en Suméstica durante algunos días.

Mi intención era reunirme contigo en persona, pero me he visto obligada a aceptar la petición del Conde Clotarius y acompañar a sus tropas hacia el este; a sus tropas, que no a él. Imagino (con resquemor) que cuando leas esto su tunantísima excelencia estará disfrutando de un buen baño caliente, mientras yo las paso canutas en una emboscada o algo peor.

A ver si todo este desaguisado se resuelve pronto y puedo regresar lo antes posible.

En mi ausencia, es posible que no te falte trabajo. Según parece, hay problemas de guivernos hacia el sur. Si te interesa, pregunta al chambelán del castillo. Dile que vas de mi parte.

Un saludo,

Chrysanta Louisa.

Comentarios

  1. Buenas, Endakil. He de decir que desde la primera entrada me encanta Nemus, tanto los detalles de la ambientación como los distintos reinos o ciudades. Estos pequeños relatos son un gusto de leer y hace que se me dibuje una sonrisa en la cara cada vez que veo una entrada nueva sobre las fascinantes tierras de Nemus.

    Sigue así. Un saludo desde Galicia.

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    1. Gracias, Nabor. Aunque todo el crédito va para tu paisano Xoso.

      Ojalá poder darte buenas noticias pronto.

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