Un día de caza en Oxania

El olor de la sangre inundaba la cañada y las moscas zumbaban incesantemente. El sol de finales de verano caía con fuerza y Zaina se sintió como si estuviese cocinándose en el interior de su armadura de bronce. Pasó los dedos por el cuello, allá donde el borde de las escamas rozaba su camisa de lino y se pegó a las rocas mientras acariciaba a su yegua para mantenerla calmada.
Se habían acercado sigilosamente durante la noche y habían sacrificado a un viejo jamelgo a los pies del roquedal, en el cauce del arroyo seco. Laetes, el anciano cazador, les había dicho que esa era la mejor manera de atraer a la criatura. Ahora esperaban, tendidas entre el alto pasto, confiando en que Laetes estuviera en lo cierto.

El sol empezaba ya a alzarse cuando un pesado aleteo se hizo oír. Después el claro sonido de un gran cuerpo posándose y un chillido escalofriante con el que la criatura reclamaba su presa. Ahí estaba. Había funcionado.

Geryanka abrió su batín y lo dejó deslizarse sobre sus hombros hasta quedar recogido por el cinturón. Con un tirón seco de las riendas su caballo se puso en pie, haciéndose visible entre la hierba. Fue un movimiento rápido y fluido. El mismo con el que buscó una flecha en su gorytos y la puso en la cuerda del arco. Azuzó su montura con las rodillas al tiempo que giraba su torso y soltaba.
La flecha se hundió con fuerza en el hombro de la criatura, allá donde su pata delantera izquierda se unía con el ala.

El grifo gritó. Un chillido desgarrador de sorpresa, rabia y dolor. Henchido de furia avanzó unos pasos en un rápido galope antes de alzar el vuelo. Geryanka disparó una segunda y una tercera flecha. La segunda se perdió, pero la tercera se clavó en algún lugar bajo las plumas.
Con un puñado de rápidos aleteos la bestia había casi alcanzado a Geryanka. Pero al pasar junto a la posición convenida Serina alzó a su montura. El sol despertaba destellos dorados en la tiara de Serina, como una almenara en llamas. Su voz clara citaba a la fiera con decisión mientras hacía girar el lazo.
Uno, dos, tres giros. Y la cuerda volaba como guiada por la mano de un dios hasta atrapar una de las patas de león.

La escena sucedió muy rápido. Geryanka la atisbó en medio del galope y dejó escapar un "¡no!" desgarrado. Serina había atado el otro extremo de la cuerda a los correajes de su montura.
El grifo habría podido levantar el peso de un caballo sin problemas, pero el tirón repentino lo tomó desprevenido. La dirección de su vuelo se quebró. La montura de Serina fue derribada y arrastrada al menos durante quince codos. El grifo chocó contra el suelo. Y de pronto todo fue un pandemonium de bestias enredadas, plumas en el aire, relinchos y chillidos.

- No, no, no -se repitió Zaina como un mantra aterrado-. Esa niña iba a echar todo a perder e iba a conseguir que la mataran.
Deslizándose y tirando de las riendas su yegua se puso sobre las rodillas un instante e inmediatamente en pie, iniciando un breve trote antes de lanzarse a un raudo galope.
El suelo seco retumbaba como un rugiente tambor con el precipitado ritmo de los cascos mientras trozos de tierra saltaban al aire. Las broncíneas escamas de la armadura se agitaban con su alegre repiqueteo mientras las trenzas le azotaban la espalda. Afianzó las rodillas y soltó las riendas. Sujetó ahora el kontos con ambas manos. Inclinó el cuerpo y se preparó para el impacto.
La bestia se giró en el último momento y la larga lanza se hundió en su pecho. El astil se quebró con un sonido crudo lanzando astillas por todas partes. Sin detener el galope la yegua embistió al grifo, derribándolo en un choque atronador. Un toque de talones y la montura saltaba sobre la bestia abatida.

Zaina refrenó su yegua. Tenía sangre en las manos y el cuerpo bañado de sudor. Geryanka trotaba hacia ella, aun con el torso desnudo y señalando hacia atrás. Volviéndose vio a Serina. ¡Afortunada niñata! Se sujetaba el hombro derecho y cambió su gesto de dolor por una sonrisa cuando vio que sus compañeras la miraban. Su caballo no había tenido tanta suerte.
- Dos caballos por un grifo -pensó Zaina- Bueno, no era un mal cambio.

Comentarios

  1. Interesante. Siempre he sido un gran fan de este tipo de relatos cortos, idóneos para proporcionar ambientación ocupando una página (o media) en un manual o libro "enciclopédico" más amplio. Te ha quedado chula la descripción de la caza.

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    1. Gracias.
      Supongo que lo de los relatos cortos va en mi trasfondo como aficionado a estos temas :)

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  2. No respondi en su momento por falta fe tiempo. Me parece el mejor relato de los que te he leído, tanto estructuralmente como en contenido. Muy buena la descripción de la caza, como comentan más arriba. Supongo que esta ambientado en Nemus, verdad?

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    1. Pues muchas gracias. La verdad es que no estaba seguro de que fuese a entenderse bien la escena, así que se agradece :)

      Sí, la facción de Oxania sale el mes que viene ;)

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  3. Muy chulo el relato, aunque breve transmite muy bien la esencia de la escena y te involucra la escena, acción bien narrada. Me uno al comentario de Pecadorcillo, ideal para acompañar las páginas de algún manual. Espero poder leer alguna otra cosa de éste par de cazadoras, por cierto ¿de dónde sacaste los nombres?

    Aprovecho para de paso darte las gracias por la reseña de La Priemera Ley, trilogía leída con éxito. Como ya comentas, aunque poco original perola forma de narrarla la hace muy interesante y hace que merezca la pena. Lo único malo es que me quedé con ganas de más, aunque supongo que eso también indica algo bueno.

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    1. Son nombres inventados. Busqué que sonasen un poco a presunto escita (o tal vez ruso) :D

      Si te quedaste con ganas de más tienes La Mejor Venganza, Los Héroes y Tierras Rojas. A falta de leer Tierras Rojas el de La Mejor Venganza me pareció divertidísimo.

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  4. Anónimo9:59 p. m.

    Buen relato, corto y entretenido.

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